El momento ha llegado

El tiempo arremete con su marcha implacable. A su paso muchas cosas alrededor de la atmósfera del “Cráter Azul” comienzan a indicar que el momento se acerca. El cielo nublado es el presagio de una implacable lluvia. En ella no habrá tregua, como seguramente tampoco la habrá en el partido que se acerca y que no es común. Sencillamente se trata del juego inaugural de la Temporada 2015 de Conferencia Premier.

En ese primer platillo saltará al emparrillado un viejo conocido, un viejo lobo de mar; decenas de campeonatos, trofeos y reconocimientos inundan su vitrinas allá en tierras lejanas, en tierras “regias”.

Enfrente un novel equipo, muy joven aún. Modesto en sus logros pero no en sus deseos ni en sus sueños. Este joven comienza a despertar y en sus adentros lleva la fuerza y la energía necesarias, comparables a las entrañas de un volcán en erupción.

Quizás es el momento. El joven talentoso e impetuoso sumado al caudal de lava que inundará al “Cráter Azul” explotarán y pelearán entre las olas de fuego índigo hasta el último momento ante el gigante, ante el gran gladiador. Sin duda alguna será un momento memorable.

Por el momento todo es paz, todo es calma. Se escuchan aún los pajarillos trinar al reclamar el cobijo se su nido al caer la noche, la última noche que con su negrura en contraste seguramente estará envuelta entre las ráfagas de viento, en medio de la tormenta; entre los relámpagos azules, esos que nos hacen imaginar a las saetas enfundadas en sus mejores galas y armaduras y que atraviesan el terreno de juego en un frenético vaivén.

Si, el momento se acerca. Al despertar la mañana promete de nuevo el trinar de los pájaros, la calidez de los rayos del sol y la armonía incomparable que sólo causa la vista de un campo de batalla impregnado con el olor de la piel de un ovoide, el olor a limpio de un uniforme nuevo y pulcro, de un escenario que se erige digno para lo que vendrá.

Después el caudal de lava azul corriendo al interior de un organismo de concreto pero con alma, que vive y que permite soñar, cantar, gritar, apoyar, reír y llorar. Un gigante de cemento que aún lleno, que aún vivo, permite escuchar el ritmo estrepitoso del choque de los cascos, del crujir de los huesos, del lamento de un gladiador.

Si, ya lo veo venir. Puedo sentirlo en la piel, en el alma y en el correr de mi sangre. Mi espectro cansado por la hora aguarda impaciente por estar ahí; por vibrar, por emocionarse y por asombrarse en cada acción, en cada movimiento, en cada estrategia, en cada jugada.

Si ya lo veo aquí, ya quiero estar ahí. Entre el aire y el sol, entre el cemento y la tierra, entre el suelo y el cielo, entre el blanco y el azul.